Te regalo toda una vida de amor Capítulo 286

Te regalo toda una vida de amor Capítulo 286
Después de eso, Raúl perdió todo interés por continuar la conversación. Yo también me callé al ver que Ana, al parecer, no tenía intención de seguir provocando a Maya. De repente, regresó la tranquilidad a la sala. Fue entonces cuando David propuso jugar al póquer, dado que había suficientes jugadores. Era un gran obseso del póquer, motivo por el cual también habíamos jugado la última vez.

Emilia, Ana, Maya y Leticia jugarían en un grupo, mientras que Dante, David, Raúl y Santiago lo harían en otro. Yo no tenía ganas de jugar, así que me quedé de espectadora sentada al lado de Santiago. Romina tampoco quería jugar, así que se quedó mirando junto a David. El resto de la gente de la sala jugaba en otra mesa.

Emilia era una mujer inteligente que parecía saber dónde estaba cada carta. Con ella en la misma mesa que Maya, no tenía que preocuparme que la fueran a intimidar en el juego.

Santiago solo llevaba jugadas dos manos de póquer cuando recibió una llamada.

—Juega por mí —me dijo a la vez que me daba una palmadita en el hombro.

—Tenme piedad, por favor —le pedí a Dante mientras me cambiaba de asiento.

—Es el dinero de Santiago, en definitiva. No pasa nada si pierdes un par de manos. Considéralo una redistribución de la riqueza en beneficio de los más necesitados —replicó con una sonrisa de autosuficiencia.

—Su dinero también es mío —señalé, desestimando la sugerencia. La respuesta hizo reír a David.

—Eres tan frugal, Gina.

Era la primera persona que me llamaba así. Sin embargo, no terminaba de entenderlo. No tenía importancia; lo que contaba era que me había llamado Gina.

—Te ayudaré en secreto más tarde —canturreé.

—Mira qué contenta te has puesto por el simple hecho de que alguien te haya llamado por un apodo por primera vez. ¿Me dejarías ganar si te llamara Gina varias veces? —se burló Dante con sorna.

—¿Por qué me llamarías por un apodo? —contraataqué. Ni siquiera llamaba a Santiago por su sobrenombre. De todos modos, me sorprendió que se dignara a llamarme así. Ya que se había rebajado a ese nivel, acepté—: De acuerdo. Llámame Gina unas cuantas veces más. Quizás te deje ganar.

—¡Gina, ayúdame, por favor! —contestó descaradamente. Me asombró que aceptara mi reto con tanto entusiasmo.

—Está bien —respondí—. Te lo pondré fácil.

Raúl, por su parte, era un hombre frío y distante que nunca hablaba mucho cuando jugaba al póquer. Como no le tenía mucho afecto, no me apetecía entablar una conversación con él.

Era una pésima jugadora de póquer y perdí mucho dinero en una sola mano. Pero como era la persona más rica de la mesa, no me preocupaba salir perdiendo. Mientras esperaba a que volvieran a barajar y repartir las cartas, eché un vistazo a la mesa de Emilia y reparé en la expresión sombría de Leticia. Lo más probable era que ella también hubiera perdido bastante dinero. A diferencia de Ana, que tenía a Raúl de su lado y podía permitirse perder algunas partidas, ella solo era la típica niña rica. Le resultaba aceptable gastar algo de dinero en entretenimiento, pero en cuanto el total superara cierto umbral, se metería en un buen lío. Si tenía mala suerte, recibiría un castigo y un sermón cuando volviera a casa.

La jugadora más pobre de la mesa era Maya. Sin embargo, no parecía que hubiera perdido todavía, y Emilia tampoco la dejaría hacerlo. Por lo tanto, no me preocupé por ella en absoluto.

Mientras tanto, cuanto más jugaba yo, más dinero perdía. Santiago aún no regresaba; la última vez que jugamos al póquer había hecho lo mismo: me pidió que lo reemplazara en mitad de la partida.

De repente, oí un alboroto en la mesa cercana. Al girarme, vi que Leticia le lanzaba una mirada burlona a Maya.

—Muéstranos —exigió la mujer.

—¿Qué sucede? —inquirí con disgusto en la voz.

—Lo único que quería era mirar la cara de la señorita Silva —respondió Leticia—. Que se empeñe tanto en mantenerla oculta me hace pensar que alberga algún sentimiento de culpa.

En efecto, Maya parecía hostil porque llevaba una máscara negra. Por otra parte, en su rostro no había la menor inquietud, como si la otra mujer fuera de lo más irrelevante. Fue entonces cuando me di cuenta de que mi mejor amiga había sufrido una drástica transformación debido a todo lo ocurrido. En poco tiempo, se había vuelto más fuerte e imperturbable.

—¿Tienes el derecho a hacerlo? —pregunté, sonriendo.

Emilia dejó unos cuantos naipes sobre la mesa de un golpe y fulminó a Leticia con la mirada.

—¿Vas a jugar o no? No eres más que una niña. No eres ni lista ni rica. ¿Te crees que yo hubiese querido jugar contigo?

Sus palabras parecieron enfadar a la mujer. Se volvió hacia Ana y sollozó a pesar de que no se le escapaba una lágrima.

—Ana, no hice nada malo, ¡y mira cómo se ensañan conmigo! —Ana me miró, luego a Emilia. Su mirada esquivó a Maya y acabó por posarse en Raúl.

—O juegas o te largas —respondió él con el ceño fruncido.

—¡Es mi amiga, Raúl! —chilló Ana— ¿A qué viene ese tono? ¿Estás buscando pelea conmigo?

Cuando se trataba de Santiago, solo Tanya se atrevía a gritarle sin miedo; a Raúl, solo Ana. Sin embargo, ella lo daba por seguro. Al fin y al cabo, estaba comprometida con él y planeaban dar el sí pronto. Por lo tanto, estaba obligado a proteger a su futura esposa. A estas alturas, Raúl tenía el ceño demasiado fruncido por el fastidio. Se levantó y salió de la habitación sin decir palabra, dejando a Ana estupefacta. Tras respirar hondo varias veces para calmarse, dijo:

—Leticia está emparentada conmigo a través de mi madre. Aunque su familia no sea tan rica o influyente como la tuya, sigo pensando que mujeres como usted, señorita Delgado, no deberían caer tan bajo como para andar dándose aires de superioridad.

Emilia era una mujer astuta que adaptaba su estrategia en función de las circunstancias y las tácticas del adversario. De modo que puso los ojos en blanco y fulminó con la mirada a Ana, a quien yo consideraba una mujer más bien fría y taimada.

—¿Y a ti qué te importa que me esté dando aires de superioridad? Me cae fatal. No solo eso, sino que también soy capaz de abofetearla si me da la gana. ¿Qué vas a hacer? ¿Tomar represalias?

Solo había visto a Ana dos veces, pero sabía que no era el tipo de chica que podía controlar su genio.

—No pienso pelearme contigo porque estás con Santiago, pero te aconsejo que no desafíes los límites de mi paciencia —amenazó.

Había conseguido enfurecer aún más a Emilia, quien volteó la mesa de póquer e hizo que las cartas se desparramaran en todas direcciones. Maya y yo nos quedamos mirándola boquiabiertas. Entonces, Emilia se sacudió el polvo de las manos y le dijo a Ana:

—Tu paciencia tiene un límite; ¿acaso te piensas que la mía no? ¿De verdad crees que el universo gira alrededor de ti? ¡Pfff! Para ser sincera, prefiero hacerte quedar en ridículo.

Con eso, todos la miraron perplejos. Romina se quedó callada por temor, y Dante se mantuvo en silencio porque todavía no se podía sacar de la cabeza lo del matrimonio de Emilia. Por lo tanto, David fue el único que trató de apaciguar la situación.

—Señoritas, ¿podemos dejar de discutir?

En la tercera mesa estaban los partidarios de Raúl que, por lógica, estaban del lado de Ana. Cuando escucharon lo que estaba pasando, se apresuraron a respaldarla.

—¿Necesita ayuda, señorita Ana?

El rostro de la chica estaba blanco de furia.

—¡Nunca me habían humillado tanto! Maya, ¿vas a dejar que siga con sus tonterías?

 

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Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Score 9.2
Status: Ongoing Type: Author: Artist: Released: June, 6, 2023 Native Language: Spanish
Content
  • Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)
En secreto, estuve enamorada de Nicolás Ferreiro durante nueve años e incluso cuando era adolescente, solía seguirlo a todos los lados. Cuando crecí, acepté convertirme en su esposa, sin embargo, en nuestra relación nunca hubo amor o piedad, ni siquiera cuando le pedí el divorcio y puse la influencia de mi familia en juego, cambió su trato hacia mí. Para mi mala suerte, él tampoco recordaba a aquella niña temerosa y precavida que lo seguía. Así que, tuve que divorciarme para comprender que durante todo ese tiempo, mi amor por él no era correspondido, porque la persona a la que en realidad había amado de aquí a la luna, jamás fue él; al parecer, estuve equivocada desde un principio.

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