Te regalo toda una vida de amor Capítulo 268

Te regalo toda una vida de amor Capítulo 268

Antes de que pudiera descubrirlo, Santiago me abrazó con fuerza por la cintura y comenzó a acariciarme, pero cuando pensé que iba a intentar algo, me susurró al oído:

—Duerme. Estaré aquí contigo. —Su voz sonó profunda y ronca.

—Está bien —accedí tras un momento de desconcierto.

Hacía mucho tiempo que no me abrazaba, así que, rodeada por su aroma, me dormí a los pocos minutos. Ya era casi mediodía cuando desperté y la nieve del jardín parecía llegar hasta las rodillas.

No encontré a Santiago abajo, así que lo busqué en su estudio, pero tampoco estaba allí. «¿Adónde podrá haber ido?», me pregunté. Ya que estaba en el estudio, le eché un vistazo a lo que había escrito el día anterior; al pie de página había una palabra: Makur.

«¿Será un seudónimo? La familia Genova es enorme, Santiago debe tener uno, pero nunca lo supe. ¿Por qué se pondría un nombre así? ¿Tendrá algún significado especial?», reflexioné mientras tocaba el papel.

Después de unos minutos, escuché ladridos afuera y me acerqué a abrir la ventana, desde donde vi a Dante forcejeando con dos pastores alemanes. Santiago lo miraba con frialdad desde abajo del techo, por lo que daba a entender que Dante y los perros no eran bienvenidos. Como eran animales enormes y desobedientes, al hombre le costaba mucho controlar las correas.

—¿Por qué tienes esa cara? —preguntó sonriente—. Vine a traerte dos perros guardianes para que ninguna persona horrible entre a tu casa.

«¿Persona horrible? ¿De quién está hablando?», me pregunté.

—Puedes quedártelos—lo rechazó Santiago.

—Vamos, batallé con ellos desde muy lejos para traerlos. —Luego ató las correas a un árbol del jardín—. Los dejaré aquí. Después vendrá alguien a construirles una perrera, no te preocupes. Tampoco tienes que alimentarlos, contraté a alguien para que los alimente todos los días y los lleve a que les den un baño.

Santiago se quedó sin palabras, ignoró a Dante y entró a la casa, seguido por el otro. Entonces, salí del estudio y me paré en las escaleras. A Dante no le sorprendió para nada verme.

—¡Así que estás aquí! Ahora entiendo por qué hay tanta gente de la familia Genova en la puerta. ¿Tienes tiempo libre más tarde? Podríamos ir a comer —propuso con una sonrisa y una ceja en alto. Mientras me preguntaba por qué iba a invitarme a almorzar de repente, él continuó—: Emilia también está en Finlandia, podemos invitarla a ir cono nosotros. Luego te traeré de vuelta.

«Ya veo, se trata de Emilia», pensé.

—Tengo que regresar a Bristonia al mediodía —respondí.

—¿Tan pronto? —inquirió con el ceño fruncido.

—¿Por qué lo dices?

—Porque Santiago prometió ayer que visitaría a mi abuelo.

Miré a Santiago al escuchar eso, pero él tenía una expresión indiferente, como si no le importara.

—Ah, no lo sabía.

—¿Irás? —le preguntó Dante a Santiago.

—No tendré tiempo.

—Muy bien, como tú quieras. Debo ir a casa a ocuparme de algo importante. —No se quedó mucho más tiempo. A juzgar por su actitud presurosa, supuse que vivía cerca.

Una vez que el visitante se fue, bajé las escaleras.

—¿Dormiste bien? —me preguntó Santiago.

—Sí, dormí bien —asentí sonriente al recordar cómo me había quedado dormida en sus brazos, y él comprendió lo que ocultaban mis palabras.

—¿Te gustan los perros? —inquirió mientras inclinaba la cabeza para mirar a los pastores alemanes.

—Sí, me gustan —respondí con honestidad.

—Entonces, ¿por qué no les pones nombres?

—¿Los conservarás? —Me sentí encantada de escucharlo.

—A ti te gustan los perros, ¿no?

—Pero no soy buena para los nombres —lamenté. Él no respondió, pero no me molestó, dado que era un hombre de pocas palabras. En cambio, me acerqué y tomé sus manos frías—. ¿Por qué llamaste Rita a Leo, Santi? —pregunté con curiosidad.

—Porque tú solías mentirme con ese nombre, así que es importante para mí. Tú eres Mayra, y Leo es Rita. Son mis amores.

«¡Qué seductor es, puede decir palabras tan dulces con expresión seria!», pensé mirándolo con adoración.

—¿Y Pedro?

Se quedó en silencio un momento antes de responder.

—Necesitaba un nombre.

Al escuchar eso, pensé que yo iba a tener que consentir más a Pedro. Luego me acerqué sonriente y lo besé en la mejilla.

—Ten cuidado —me advirtió con voz ronca y la mirada sombría.

No percibí su deseo en ese momento y olvidé que era un hombre que llevaba un tiempo de abstinencia, así que tenté a la suerte.

—Eres mi novio, no está prohibido que te bese. Puedo hacerlo cuando quiera.

Sus ojos se llenaron de deseo al escucharme, y tomó mi mano para llevarla a su entrepierna.

—¡Pervertido! —jadeé.

—Ayúdame, bebé —suplicó con voz baja y magnética, y no pude evitar sonrojarme.

Cuando volví a la habitación, estaba exhausta y me dolían las manos, pero Santiago estaba satisfecho. «¿Por qué no intentó acostarse conmigo? ¿Habrá sido porque es de día?», me pregunté con curiosidad mientras daba vueltas en la cama.

En ese momento, escuché ladrar a los perros en el jardín y me acerqué a la ventana. Había trabajadores construyendo una perrera y un pequeño parque de juegos para que se refugiaran de la lluvia. «¡Dante se esforzó mucho!», me dije. Con el martilleo de fondo, me cambié de ropa y bajé a buscar a Santiago, que estaba sentado con una computadora en las rodillas, ocupándose de algún asunto, al parecer. Entonces, seguí de largo y salí. Los perros se entusiasmaron y comenzaron a mover las colas sin parar al verme.

—¿Tienen hambre? —les pregunté agachada frente a ellos y les acaricié las cabezas.

—No parecen hambrientos —comentó un trabajador—. Creo que usted les agrada.

—¿Habla mi idioma? —repliqué sorprendida.

—Sí, soy jardinero de la familia Hayes —explicó con una sonrisa.

—¿A qué distancia está la residencia de la familia? —pregunté con curiosidad.

—No muy lejos. A unos seis kilómetros de aquí.

«Si es esa la distancia, llegar solo tomaría media hora», calculé, volví adentro y me senté junto a Santiago.

—Santi, ¿no estaría mal que no visites al abuelo de Dante si ya le prometiste que irías? —dije preocupada—. ¿Por qué no vas mientras yo preparo el almuerzo y espero a que vuelvas?

—¿Recuerdas que te dije que iba a llevarte a ver a alguien? —repuso y cerró la computadora.

—¿Al abuelo de Dante? —deduje al escucharlo.

—Sí —afirmó. Luego tomó mi mano, la llevó a su cinturón y la frotó allí con cuidado. Nunca había notado ese hábito, como si lo hiciera feliz que acariciara esa zona en particular.

—¿Él es la persona importante de la que me hablaste?

De repente, recordé que Dante solía decir que la familia Hayes había acogido a Santiago antes. En aquel momento, escucharlo había sido como una puñalada al corazón, pues siempre había querido saber cómo era mi novio en el pasado, pero nunca había tenido oportunidad. Sin embargo, ese día, tomó la iniciativa de mencionar a una persona que era importante para él en el pasado e incluso quería llevarme a verla. Me pregunté si eso significaba que se estaba abriendo conmigo.

—Sí. ¿Quieres conocerlo? —ofreció.

 

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Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Score 9.2
Status: Ongoing Type: Author: Artist: Released: June, 6, 2023 Native Language: Spanish
Content
  • Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)
En secreto, estuve enamorada de Nicolás Ferreiro durante nueve años e incluso cuando era adolescente, solía seguirlo a todos los lados. Cuando crecí, acepté convertirme en su esposa, sin embargo, en nuestra relación nunca hubo amor o piedad, ni siquiera cuando le pedí el divorcio y puse la influencia de mi familia en juego, cambió su trato hacia mí. Para mi mala suerte, él tampoco recordaba a aquella niña temerosa y precavida que lo seguía. Así que, tuve que divorciarme para comprender que durante todo ese tiempo, mi amor por él no era correspondido, porque la persona a la que en realidad había amado de aquí a la luna, jamás fue él; al parecer, estuve equivocada desde un principio.

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