Te regalo toda una vida de amor Capítulo 26

Antes, cuando estábamos en Gretaña, Nicolás me dijo que Cristóbal era una persona distante. De hecho, Cristóbal odiaba a los Ferreiro en el fondo y, con el paso del tiempo, cortó todo tipo de contacto con el presidente Ferreiro.

Sentí una punzada de tristeza al escuchar sus palabras. Camilo solo pudo investigar que Cristóbal seguía en Bristonia, pero no sabía su ubicación exacta. Justo cuando comenzaba a sentirme desamparada, el presidente Ferreiro me habló en un tono dudoso:

—¿Estás buscando a Cristóbal para…

En ese momento, lo interrumpí y respondí de manera condescendiente:

—A mi mamá le gustaba tocar el piano cuando seguía viva. Una vez asistí a uno de los conciertos de Cristóbal y su música me pareció inspiradora, así que quería invitarlo al noveno aniversario de la muerte de mi madre.

Claro que esa razón era solo una fachada. Pero, al ver que no estaba dispuesta a continuar, el presidente Ferreiro tampoco insistió y directamente me dijo quién podría conocer el paradero de Cristóbal.

—Nicolás sabe sobre los asuntos de su hermano.

—Entonces, ¿puede ayudarme a preguntarle, presidente Ferreiro? —pregunté, indecisa.

—Nunca me he relacionado con Cristóbal. Creo que se lo deberías pedir a Nicolás tú misma, Gina —rechazó, como si fuera demasiado difícil para él.

El presidente Ferreiro era un hombre astuto. Entendí que, en realidad, él quería que yo buscara a Nicolás para que hubiera oportunidades entre nosotros. Él aun quería que Nicolás y yo estuviéramos juntos porque yo seguía en control del Corporativo Esquivel. Sin embargo, Nicolás ya no me reconocía. Estaba segura de que, si iba a buscarlo en ese momento, no me diría nada sobre Cristóbal. Mi única opción era encontrarlo de otra manera y nunca volvería a molestar a Nicolás. Nuestra relación fue un error desde el principio. Además, él ya se había olvidado de mí.

…

Cuando llegué a casa junto con mi equipaje, me di cuenta de que todo estaba exactamente como lo había dejado. La sábana blanca que había cambiado esa noche seguía ahí. Luego, dejé mi equipaje y saqué todos los frascos. Me sentí deprimida al mirar todos los medicamentos, pero el tiempo ahora era mi activo más valioso.

Camilo había dado una gran cantidad de dinero para entrar al mejor equipo médico del mundo y poder estudiar mi enfermedad. Ahora, estaban incrementando el desarrollo de nuevos medicamentos para tratar mi cáncer. Si podía sobrevivir un par de años, quizás habría esperanza para mí en el futuro. De hecho, ya podía aceptar mejor mi muerte, quizás porque era como si ya hubiera muerto una vez.

En ese momento, mi amor por el hombre en mi corazón era mi mayor obsesión. Incluso ahora, no podía enfrentar el hecho de que había amado a la persona equivocada. Tampoco podía aceptar que, a pesar de saber que lo había confundido con alguien más, Cristóbal nunca me corrigió y solo se fue como si nada después de llevarme a casa. Yo había estado atesorando nuestros únicos recuerdos durante los últimos nueve años, los cuales siempre aceleraban mi corazón y creaban un caos en mi mente, pero él estaba viviendo su vida tranquilo, como si nada hubiera sucedido. El amor que sentí durante toda mi vida era solo un chiste para él.  Mi corazón se llenaba de tristeza cada que pensaba en ello, así que quería encontrar a Cristóbal y obtener respuestas de él.

Mientras más reflexionaba, más deprimida me sentía. Para deshacerme de mi tristeza, sacudí la cabeza y me dirigí al baño para tomar una ducha. Al terminar, traté de secar mi cabello con la toalla en mi mano. Cuando alcé la cabeza, noté a un hombre en el piso de abajo. A pesar de que ya era marzo, Bristonia siempre había sido un lugar frío. El hombre llevaba una camisa blanca delgada.

«¿No se había olvidado de mí? ¿Qué está haciendo aquí?»

Dejé la toalla y lo miré a través de las ventanas de piso a techo. Era de día, así que él también podía verme. Después de dudarlo por un momento, me giré y me senté frente al tocador, preparándome para ponerme algo de maquillaje precioso. Siempre disfruté de maquillarme; no solo podía hacerme ver hermosa, sino que también podía ocultar las cicatrices en mi rostro. Me puse un labial de un tono naranja en los labios, me ricé el cabello largo y me puse un vestido elegante y tacones antes de bajar las escaleras. Luego de abrir la puerta, caminé y me detuve frente a él.

Aunque Nicolás y Cristóbal lucían idénticos, Cristóbal nunca había estado en la planta baja de mi casa antes. Por eso, cuando el hombre bajó del auto, supuse que era Nicolás. Él me miró con sus ojos distantes y sus facciones afiladas, como si estuviera cauteloso de mí. Fruncí los labios y pregunté:

—¿Qué haces aquí?

Él se mantuvo en silencio.

—Esta es mi casa —continué.

—¿Tu casa? —dijo, solo repitiendo mis palabras. Su mirada estaba llena de dudas y confusión.

—Sí. Esta es mi casa —respondí con firmeza.

—¿Quién eres? —preguntó de repente.

—¿Por qué estás parado aquí como si estuvieras vigilando algo? ¿Hay alguien importante para ti aquí? —pregunté con una sonrisa mientras acomodaba mi cabello, el cual había alborotado la ligera brisa. Mis palabras fueron sarcásticas. Nicolás frunció el ceño al escucharme y advirtió en un tono profundo:

—Cuidado con lo que dices.

Extendí mi mano y cedí.

—Cuidado con lo que dices.

Extendí mi mano y cedí.

—De acuerdo. ¿Por qué sigues aquí? Te acababas de ir, ¿no es así?

Él no dijo nada. Quizás porque no quería entretenerme. Así era la personalidad de Nicolás; él ignoraba por completo aquellos que eran desconocidos para él o las personas que no le agradaban. Mi corazón se llenó de rabia al verlo actuar así. Tomando en cuenta cómo me había tratado en el pasado, decidí tratarlo con dureza también.

—Será mejor que te vayas o llamaré a la policía —dije e hice una breve pausa antes de continuar—. Esta es mi casa. Es ilegal que estés merodeando por aquí. ¡Ahora vete!

Justo cuando giré para regresar al chalé, pude escuchar una voz clara y fría desde atrás.

—Eres Regina, ¿cierto?

Eso me tomó por sorpresa. Me giré de inmediato y pregunté:

—Me dijeron que tenía una esposa llamada Regina, pero que ya estábamos divorciados. No recuerdo cómo era.

Su voz estaba llena de un sentimiento de tristeza.

—Entonces, ¿estás aquí para…?

Nicolás me miró con seriedad y dijo:

—Tenía curiosidad de saber cómo era, así que vengo seguido para esperar una oportunidad de hacerlo. Solo han pasado un par de días y apareciste.

Nicolás se detuvo por un momento antes de mostrar una sonrisa y decir:

—Es hermosa.

«Ahora, Nicolás no tenía recuerdos de nuestro pasado. Yo ya no era la mujer que él despreciaba. Tampoco tenía prejuicios contra mí. Era la primera vez que nos encontrábamos sin ninguna sospecha o malicia. Él me miró, como un simple hombre, y me llamó hermosa. Si hubiera sido así hace tres años, hubiera habido menos situaciones dolorosas entre nosotros y yo no estaría en la situación en la que me encuentro. Al menos, tendría un cuerpo saludable y un hijo conmigo»

Esos pensamientos hicieron que mis ojos se pusieran rojos.

—Gracias. Tú también eres guapo. Si no tienes nada más que decir, por favor ya no me molestes —respondí con una sonrisa.

La expresión de Nicolás se oscureció de inmediato al escucharme. Me giré para marcharme, pero él me tomó de la muñeca.

—¿Qué estás haciendo? —pregunté, molesta. Él solo me miró con los labios fruncidos y su mirada ardía.

—¡Suéltame, Nicolás!

—¿Por qué nos divorciamos, Regina?