Te regalo toda una vida de amor Capítulo 255

Te regalo toda una vida de amor Capítulo 255

A decir verdad, yo había llamado a Nicolás en voz alta en ese momento a propósito. Quería mantener la distancia con Santiago porque no había forma de que volviéramos el tiempo atrás. No era porque me hubiera apuñalado; la razón principal era mi salud. Era hora de que nos separásemos, así ambos podríamos conservar algo de dignidad. Por eso, sin dejar de darle la espalda, respondí:

—Escojo a Nicolás.

Acto seguido, llevé a Nicolás al salón donde había estado antes, entré en el baño, busqué una toalla y se la alcancé. La tomó y se la apoyó en el rostro.

—Lo siento —se disculpó—. Le dije todo eso para irritarlo.

—Está bien; yo también te utilicé hace un momento. —Lo había usado para alejarme de Santiago. Él sabía por qué lo había hecho y tenía la mirada apagada.

—Igual que hace dos años, lo hiciste por tu estado de salud. Pero en aquel entonces no me rechazaste, sino que quisiste tener una relación conmigo. ¿Por qué no tienes el coraje de hacer eso ahora?

—En ese momento tú no me amabas —repuse mirándolo a los ojos, y se quedó callado. La razón por la que no me había importado tener algo con él en aquel momento era que sabía que no sentía nada serio por mí y eso significaba que no iba a sufrir cuando lo dejara. Santiago, en cambio, sí me amaba, y no quería que tuviera que pasar por la agonía de perderme. Cuando llegara mi hora y tuviera que abandonar este mundo, iba a cortar cualquier lazo con él y a esconderme—. Aplica calor a esas heridas por un rato. —Cambié de tema—. Maya ya debería haber llegado, iré a buscarla.

Salí deprisa del cuarto y bajé las escaleras. Cuando estaba llegando a la planta baja divisé a mi amiga rodeada por un grupo de jóvenes adineradas. Todas se estaban riendo menos ella, que estaba de pie justo en el medio con el rostro pálido, como si hubiese sufrido un gran agravio. Cuando me acerqué llegué a oír lo que decía una de las jóvenes.

—¿Dónde está la señorita Ana? ¿No estaba aquí más temprano? —preguntó. «¿¡Ana!? ¿Están hablando de la prometida de Raúl?», pensé. Como nadie le respondió, la muchacha giró y se dirigió a Maya directamente—. ¿Tiene idea de dónde está Ana? ¡Usted que tiene tanta confianza con Raúl debería saberlo! —insinuó con malicia.

—No lo sé —balbuceó Maya mientras negaba con la cabeza.

—¿Cómo puede ser? ¿Él no es su «buen amigo»? —terció otra.

Las chicas más jóvenes no sabían a qué se refería la mujer, pero las más grandes se estaban burlando de ella.

—Ese vestido que lleva no vale más de quinientos dólares, ¿no? —continuó la muchacha que había comenzado todo. Hizo una pausa y añadió—: ¿Raúl no le da dinero?

Llegado ese punto, Maya ya no pudo tolerarlo y respondió:

—Aunque mi ropa costara solo cien dólares, ¡no es de tu incumbencia! ¿Quién te crees que eres para hablarme así? ¡Ni siquiera puedes acercarte a dos metros de Raúl!

Me regocijé cuando la oí: el contraataque de mi amiga había sido perfecto. La otra joven palideció de inmediato hasta quedar tan blanca como Maya, y levantó una mano con expresión colérica, lista para darle una buena bofetada. Al ver eso, me apresuré a tomar el brazo de mi amiga y tiré de ella hacia atrás. La bofetada no encontró más que aire, lo que hizo que la joven enfureciera más todavía, sobre todo al ver que alguien brindaba apoyo a su contrincante. Me miró fijamente unos segundos antes de reconocerme.

—Ah, es la señora Esquivel. ¿Por qué su vestido parece comprado en una feria americana?

Antes de responderle, miré a Maya y le aseguré que todo estaba bien. Luego, volví sobre mis pasos y comencé a tomar represalias contra la chica.

—Eso no es de tu incumbencia. Sabes bien que puedo comprarme el vestido que me dé la gana, entonces ¿qué sentido tiene que te burles de mí de esa manera? ¿Crees que soy como tú, que debo pensarlo dos veces antes de comprar algo un poco más caro?

—¡Eres una…! —chilló la joven al tiempo que me señalaba con el dedo.

—No eres rival para mí —le respondí con desdén.

Mis palabras la hicieron enfurecer. Se acercó deprisa, pero no se atrevió a ponerme un dedo encima. Maya, en cambio, se convirtió en su objetivo principal. José quiso detenerla, pero le ordené que se mantuviera al margen. A continuación, le di una patada a la chica que le dejó una huella en el vestido blanco níveo, pero, a pesar de eso, siguió sin atreverse a hacerme nada; en cambio, le dio una orden a su pandilla:

—Denle una paliza a Maya Silva.

Yo había encendido la mecha, pero el ataque iba dirigido a ella. Era un claro ejemplo de cómo funcionaban las cosas en la sociedad: los fuertes siempre buscaban a los más débiles para atacarlos.

Con el rabillo del ojo divisé a dos hombres en el piso de arriba que observaban la situación como si no tuviera nada que ver con ellos.

—¡Raúl Meza! —grité—. ¿Vas a ayudar a tu novia? De lo contrario, ¡más vale que no vuelvas a acercarte a ella por el resto de tu vida!

En ese momento vi, por casualidad, que Santiago sonreía. No supe el motivo. Antes de que él y Raúl terminaran de bajar las escaleras, las jóvenes de mayor edad comenzaron a alejarlos.

—¡Estas personas son tan irritantes como moscas! —exclamó Maya, disgustada.

—¿Qué te estaban diciendo que te hizo sentir tan mal? —quise saber. Ella suspiró.

—Es por Ana.

—¿Qué pasó? —pregunté con preocupación.

—Insistió mucho en que no quiere estar con Raúl y eso me hizo sentir incómoda, ¡como si yo hubiese sido quien se interpuso en su relación!

—Aunque fuera así, tú eres una víctima.

—Es cierto —murmuró, abatida—. Yo no sabía que él estaba comprometido… Para empeorar las cosas, nosotros… Registramos nuestro matrimonio hace un año. Legalmente, ¡soy su esposa! —La confesión me tomó por sorpresa.

—¿Por qué no me lo dijiste antes? —inquirí mirándola fijamente.

—Él no me amaba en ese entonces, por eso pensé que no había necesidad de hacerlo público. Tenía la esperanza de que el amor surgiera con el tiempo. Lo que más temo ahora, Gina, es que quiera pedirme el divorcio. Cuando nos casamos acordamos que, si alguno de los dos encontraba el amor, podíamos dejar esta relación. Hice esa promesa por voluntad propia, ¡pero ahora me arrepiento!

Me quedé sin palabras. ¿Cómo podía haber sido tan ingenua? ¡Le había dado la posibilidad de dejarla sin siquiera sentir culpa! No supe qué decir. Después de lo que acababa de suceder, ella tampoco tenía deseos de quedarse en el banquete, y quería salir de la residencia Ferreiro. Había llegado hacía solo minutos, pero ya quería irse.

—Te llevaré —sugerí.

—No es necesario. Tengo algo más de qué ocuparme. —Tras declinar mi oferta, salió deprisa del chalé. Me quedé mirando con tristeza cómo su silueta se alejaba y pensé: «Te deseo felicidad». Si Raúl la traicionaba, ¡yo jamás iba a perdonarlo!

La idea de quedarme en el banquete me pareció aburrida, así que regresé al primer piso con la esperanza de hablar con Raúl, pero no lo encontré. Solo estaba Santiago.

—¿A dónde fue Raúl? —inquirí con el ceño fruncido. Él continuó mirando hacia el salón del banquete y me ignoró. Era, sin dudas, un hombre frío; quizás su actitud se debía a que lo había hecho enfadar más temprano. Giré sobre los talones y me alejé caminando. De repente, se oyó una explosión estruendosa en el piso de abajo, proveniente de la dirección en la que Maya se había alejado. Intenté calmarme pensando que ella ya se había ido, por lo que debía estar bien, pero entonces vi que Santiago se acercaba deprisa—. ¿Es Maya? ¿Alguien la atacó? —lo increpé al tiempo que lo agarraba de la manga.

Su mirada fría se posó en mi mano, que estaba aferrada a su brazo, y en los dos anillos que representaban la autoridad de la familia Genova. Sin darle importancia a eso, me ignoró por completo. En vista de ello, le ordené a José que fuera a investigar y me quedé esperándolo llena de nerviosismo y terror. Sin embargo, el hombre a mi lado estaba calmado, como si nada de lo que estaba pasando lo afectara. Pronto regresó José.

—Señora, la señorita Silva justo pasaba por el lugar donde se produjo la explosión y se encuentra en estado crítico. La están llevando al hospital, pero el médico dice que podría no sobrevivir.

 

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Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Score 9.2
Status: Ongoing Type: Author: Artist: Released: June, 6, 2023 Native Language: Spanish
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  • Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)
En secreto, estuve enamorada de Nicolás Ferreiro durante nueve años e incluso cuando era adolescente, solía seguirlo a todos los lados. Cuando crecí, acepté convertirme en su esposa, sin embargo, en nuestra relación nunca hubo amor o piedad, ni siquiera cuando le pedí el divorcio y puse la influencia de mi familia en juego, cambió su trato hacia mí. Para mi mala suerte, él tampoco recordaba a aquella niña temerosa y precavida que lo seguía. Así que, tuve que divorciarme para comprender que durante todo ese tiempo, mi amor por él no era correspondido, porque la persona a la que en realidad había amado de aquí a la luna, jamás fue él; al parecer, estuve equivocada desde un principio.

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