Te regalo toda una vida de amor Capítulo 191

Después de todos los riesgos y heridas, nunca llegué a verlo. Mi corazón latía con angustia y creía que iba a desmayarme en el hospital en cualquier momento.

José se dio cuenta de que algo me pasaba y me sujetó los hombros con fuerza, no me caí, pero estaba destrozada. En ese preciso momento sonó el timbre del hospital, sonó un total de doce veces.

El Año Nuevo había llegado y se había ido, fui a Finlandia dos veces, pero no llegué a encontrarme con la persona que deseaba.

—¿De verdad me odia tanto? — le pregunté a José.

—¿Entonces, debería agradecértelo con lágrimas? —se burló Tanya mientras reía.

Me quedé sin habla mientras miles de palabras se me hacían un nudo en la garganta.

—Regina, eres una maldición viviente.

La miré fríamente y grité:

— ¡Cállate!

—Oh, ¿quién eres tú para decir semejante cosa?

—Cómo te atreves a arrebatarle la familia Genova a Santiago, no tienes vergüenza. —comento Tanya con sarcasmo.

Di unos pasos hacia delante y le di una cachetada a Tanya delante de Dante, estaba sorprendida por

Tenía la cara impactada por la cachetada mientras me gritaba:

—Santiago nunca me ha pegado, ¿quién te crees tú para hacerme esto? Regina, lo creas o no te haré pasar un infierno.

Una vez más le di otra cachetada, ella me miró con odio.

Dante me detuvo bruscamente antes de que pudiera hacerle más daño, con lágrimas en los ojos, le advertí:

—La primera cachetada es por enterrarme en la nieve, la segunda por el niño que llevó en mi vientre y al que casi asesinas Tanya, nunca he sido una persona amable, así que te digo ahora que, si le llega a pasar algo a mi hijo, ¡haré que toda la familia Hayes pague por ello! Y lo haré con la misma gente del bando de mi esposo para asegurarme de que ninguno de ustedes vuelva a ver la luz del día.

Tracy hizo oídos sordos a mis advertencias.

—¿De quién es el hijo que estas esperando? —murmuró.

— Es de Santiago —dije, alto y claro.

Su rostro palideció y sus ojos enrojecieron al oír mis palabras.

—Lo siento, no pude controlarme, me disculpé con Dante después de respirar hondo.

Ver cómo abofeteaban a su hermana pequeña era, en efecto, demasiado.

Él no me culpó, sino que respondió con indiferencia:

— No me importa, —respondió con indiferencia.

Tanya le miró con el ceño fruncido y replicó:

—Adelante haz equipo con ella, luego no vengas a mí cuando lo hayas perdido todo como Santiago; míralo ahora mismo está tan bajo como un ratón de la calle. ¿No te sientes mal por él?

¡Claro que me sentía fatal viendo a Santiago así! Quería devolverle a la familia Genova y quería ayudarle a recuperar su dominio en Europa; sin embargo, sabía que nunca más querría ese poder.

¡Además, Raúl me advirtió que no usara el poder de los Genova para ayudarlo!

Diego la ignoró y me dijo:

—Me la llevaré.

—Llévatela por el momento —dije después de pensarlo un rato.

Después de que se llevara a Tanya, me acosté en la cama del hospital y sollocé en silencio. En realidad, no tenía ni idea de por qué Santiago había sido tan duro conmigo; me dijo que no me culpaba por lo que había pasado, pero seguía negándose a verme.

Cuando cerré los ojos, el dolor de mi cuerpo se intensificó.

Tras una noche en vela, al día siguiente regresé a Eldamia.

Cuando estaba a punto de llegar al departamento, José me dijo:

— Señorita, han capturado a todos los agresores de anoche.

Me preguntó cómo debía actuar; dejarlos libres de culpa me haría quedar como un felpudo.

— Que Tracy pagué la fianza — le respondí frunciendo el ceño.

—¿A cuánto debería ascender el rescate? —bajó los ojos y me pregunto.

—¿Cuántas personas fueron detenidas? — le pregunté.

—Quince

— Diez millones por individuo — no tendría piedad.

Esa gente rica se lo podía permitir de todos modos y ciento cincuenta millones estaban sin duda dentro de las posibilidades económicas de Tanya.

— Tomare nota, se lo haré saber a Antonio.

Antonio estaba a cargo de todos los negocios de la familia Genova, no sería capaz de supervisarlo todo. Por supuesto, que a partir de ahora la familia Genova podría ser transparente, pero seguía siendo importante matizar las críticas, como ya había señalado Carlos  Genova. Por lo tanto, Gabriel Reynosa, siendo mi ayudante, podría garantizar mejor la transparencia de los Genova.

Esto se hizo para garantizar que toda la familia Genova fuera honesta conmigo y no tuviera nada que ocultar.

—Por favor, que Antonio se ponga en contacto conmigo personalmente —le indiqué a José

— Sí, señorita.

Cuando regresé al departamento, vi allí a mi cuidadora. Estaba bastante aterrorizada al ver las heridas de mi cara, corrió hacia mí y me preguntó preocupada:

— Señorita Esquivel, ¿qué le ha pasado en la cara?

—El coche derrapó y volcó anoche —le expliqué brevemente.

—Debe tener mucho cuidado, señora Esquivel —estaba preocupada.

— No pasa nada, ¿qué preparó hoy, señora?

—Hice costillas de cerdo y sopa de maíz, así como sopa de pollo, ¿quieres probarlas?

Después de comerme un pequeño plato de costillas de cerdo y sopa de maíz, me fui a dormir a mi habitación. Por la tarde, recibí una llamada de Nicolás.

—He enviado a tus padres de vuelta al Chalé de los Esquivel —lo dijo inusualmente con tono cortés.

Mi mirada se dirigió de repente a la nieve que había fuera de la ventana.

— Regina, mucha gente dice que no estoy siendo yo mismo, pero si no estoy siendo yo, ¿entonces quién soy? —dijo por teléfono.

Sus palabras estaban llenas de vacilación, como si dudara de sí mismo, yo seguía creyendo que el actual Nicolás era el que me despreciaba; pero a pesar de su odio hacia mí estaba dispuesto a dejar ir a mis padres. ¿Tal vez significa que está cambiando?

—¿Quién te crees que eres, Nicolás? —le pregunté en voz baja.

—No estoy seguro, a veces, no puedo evitar hacerte daño.

Por fin empieza a reflexionar sobre lo que me ha hecho.

Le consolé y le dije:

—Tú eres tú, y tú eres mi exesposo, Nicolás.

—¿Tu exesposo? —murmuró.

—Sí, solíamos tener bonitos recuerdos.

Aunque los tiempos felices sólo duraron unos pocos días.

—Así que separémonos con algo de dignidad —añadí.

Su rostro se volvió frío mientras preguntaba:

—¿Me estás diciendo que me aleje de tu vida?”.

—Nicolás Ferreiro —pronuncié su nombre en voz baja.

—¿Eh? —respondió triste.

—Por favor, no arruines los buenos momentos que una vez tuvimos.

Después de oír lo que dije, se quedó callado un momento antes de responder:

—Mañana me voy a América.

Oí a Cristóbal decir que se llevaba a Nicolás a América para recibir tratamiento.

—De acuerdo, buen viaje.

—Mi hermano quiere llevarme a América y me promete que cuando regresé, volveré a ser yo mismo.  —Hizo una pausa antes de continuar: — No estoy seguro de lo que quiso decir, pero decidí confiar en él.

—Sí, yo también confío en él —me hice eco.

—Colgaré por el momento.

—De acuerdo, adiós.

La charla con Nicolás fue más tranquila de lo esperado, ya que rara vez manteníamos una conversación tan estable. Al instante recordé los años que pasé con él, aunque no me quería, no era tan cruel como ahora.

De hecho, no había nacido cruel. Por lo tanto, había que culpar a Alicia Mora por su estado actual.

Cuando pensé en Alicia me acordé del asunto no resuelto con los Mora, pero primero debía dejarlo todo a un lado. Me ocuparía de ello después de que naciera mi bebé. Antes de eso, necesitaba conocer a fondo la dinámica de poder general de la familia Genova, eso era exactamente lo que necesitaba aprender ahora.

Estaba a punto de meterme a bañar cuando me marcó Fernanda, hacía casi cuatro meses que no hablábamos, así que su inesperada llamada me sorprendió, ¿pasaría algo?

Contesté rápidamente.

—Hola, Señora Galván; ¿qué pasó?

Su agudo lamento se oía a través del teléfono.

—¡No puedo soportarlo más, Señora Esquivel!

—¿Qué ha pasado? — pregunté preocupada.