Te regalo toda una vida de amor Capítulo 137

Cuando escuché eso, me sorprendí. Y, por lo tanto, pregunté:

―¿No dijiste que vendrían en la noche?

―Está lloviendo, así que no pudieron venir ―dijo Santiago. El tono de su voz era de indiferencia. Finalmente, solté un suspiro de alivio ante su mirada segura.

―Solo tuve una pesadilla.

―¿Qué pesadilla tuviste? ―pregunté con los ojos cerrados.

―Soñé que el doctor había dicho que no podía tener hijos, incluso si me embarazaba. Qué aterrador fue eso, ¿verdad?―Hice una pausa momentánea antes de continuar con unos sentimientos persistentes y temerosos en mi corazón. ―Acabo de ir a una revisión, y el doctor dijo que puede haber una oportunidad de embarazarme y convertirme en madre si continúo tomado el tónico.

Santiago curvó sus labios hacia arriba en una pequeña sonrisa al escuchar mis palabras. Mientras tanto, envolví mis brazos alrededor de su cuello y descansé mi cabeza en su hombro. Luego, con una voz suave, dije:

―Envidio mucho a Fernanda. Aunque dio a luz a un bebe prematuro y sacrificó su vida por él, ¡Aun así la envidio! La envidio porque realmente quiero ser mamá. Santi, realmente quiero sentar cabeza y formar una familia contigo. ¡Esa pesadilla me dio un susto de muerte!

Santiago me dio unas palmaditas en el hombro y me reconforto.

―Solo estás imaginando cosas.

La comisura de mis labios se torció en una sonrisa despreocupada mientras decía:

―Tengo miedo.

Después, Santiago cambio de tema y preguntó:

―Mmm, ¿tienes hambre?

Este hombre…siempre me pregunta si tengo hambre. Me quedé boquiabierta por su pregunta, así que contesté:

―No es como si en cuanto me despierto me estoy muriendo de hambre.

Con una expresión seria, dijo:

―Pensé que lo estarías.

Estaba vez, me quedé realmente sin palabras. Luego, Santiago se paró y se puso su abrigo negro. Mientras tanto, estaba postrada en la cama y no podía ir a ninguna parte. Hablando con franqueza, me sentí un poco frustrada por mi condición. Cuando se dio cuenta de que lo estaba mirando fijamente con nostalgia, levantó sus cejas ligeramente y me preguntó:

―¿Quieres salir a jugar?

―Sí. Me siento un poco loca por tener que estar en reposo todo del día.

Así que, se giró y salió al escuchar mi comentario. Poco después, entró a la habitación con una silla de ruedas eléctrica. Cuando la miré, pregunté con sorpresa:

―¿Dónde la conseguiste?

―El señor Benavides la trajo esta mañana.

Ya que no tenía ropa, Santiago escogió una prenda de su guardarropa y me la puso. Era un suéter blanco. Debido al hecho de que era muy alto, lo largo del suéter sobrepasaba la base de mis muslos cuando me lo puse. Además, mi figura era delgada, así que se miraba flojo y holgado en mi cuerpo. Cuando Santiago vio esto, frunció el ceño y señaló:

―Estás demasiado delgada.

Hice un puchero y refuté:

―¡A las mujeres no nos gusta vernos hinchadas!

Sin embargo, Santiago no me contestó. En lugar de eso, me cargó y me sentó en la silla de ruedas. Luego, puso una manta gruesa en mi regazo. Todavía seguía lloviendo mucho afuera, pero al menos ya no soplaba tanto el viento. Así que me empujó por el pasillo. A través de la lluvia, miré las paredes negras y las baldosas azules del patio. Después, con una sonrisa, pregunté:

―¿Dónde encontraste este lugar?

―Este es el mejor patio de por aquí.

Al escuchar eso, exclamé:

―¡Es encantador!

Me acerqué e intenté usar mi mano que no estaba lastimada para tocar las gotas de lluvia que caían por el tejado. Sin embargo, Santiago hizo mi silla de ruedas para atrás y me regaño con suavidad.

―No puedes enfermarte.

Aunque su voz sonó suave, era una orden indiscutible para que me quedara quieta. Retracté mis brazos con una sonrisa nerviosa.

―Solo quiero tocarla. Oye, estamos en octubre. Pronto terminará otro año.

El año pasado, aún era la esposa de Nicolás y seguía esperado que me brindara el amor que anhelaba. En esos momentos, no me habían diagnosticado con cáncer aún. Sin duda alguna, muchos incidentes tomaron lugar en un abrir y cerrar de ojos. Mi vida ha sido muy difícil este año. Mi cuerpo ha estado constantemente lastimado. Muchas mujeres, en especial la ex de manolo, me abofetearon en el rostro. Esa mujer probablemente fue la más extraña de todas las otras. Afortunadamente, la suerte también ha estado de mi lado. Conocí a Santiago, y, por si fuera poco, mi cáncer ha sido curado. Además, incluso tengo una oportunidad de quedar embarazada. Esto no es más que increíbles noticias para mí.

En ese momento, el sonido de la lluvia salpicando se escuchó en el patio, y el hombre que amaba estaba detrás de mí. Así que, esté tranquilo y silencioso momento, me hizo sentir particularmente en paz con mi vida. A causa de esto suspiré.

―En serio quiero vivir aquí para siempre.

Nadie más. Solo Santiago y yo. Solo nosotros dos. Viviendo una vida simple por el resto de nuestros días.

―¿Qué tiene de bueno este lugar? Es un asco.

Santiago puso su mano en mi hombro de manera íntima. Luego, dijo:

―Solo disfrutas tu entorno actual porque nada puede molestar aquí.

Giré mi cabeza con sorpresa cuando escuché su inteligente observación.

―Tú…

Hay un notable cambio en Santiago. Nunca había dicho tantas palabras, ni tampoco me diría estas cosas. Pero ahora, ¡me dice esto! Oculté la alegría en mi corazón y dije:

―Sí.

―Seguro que no estarías tranquila si te pido que renuncies a todo… Reina, tu vida mejorará algún día, y yo definitivamente seré capaz de salvaguardar tu vida de felicidad y buena salud ―dijo tranquilamente mientras acariciaba la parte trasera de mi cabeza.

En verdad, Santiago tenía la habilidad de dejarme estar a su lado y ser una señorita que no le pone atención a los asuntos de la vida humana. Sin embargo, no intenta cambiarme. Tiene su propia misión, Soluciones Genova. Mientras que yo tengo la mía, el Corporativo Esquivel. Ambos tenemos cosas que debemos afrontar y resolver nosotros mismos. Así que, extendí mi mano, sostuve la suya, y dije con una sonrisa:

―Gracias. Contigo a mi lado, definitivamente estaré bien de salud. Santiago, espero que no me defraudes en el futuro.

Él musitó con determinación.

―No lo haré.

―Nunca te perdonaré por el resto de mi vida si lo haces.

El sonido de la lluvia se fue apagando poco a poco. Luego, con un tono de indiferencia, de pronto, Santiago me hizo una pregunta crucial.

―¿Qué tal si tú me defraudas?

Me sorprendí por un momento. Después, contesté:

―En ese caso, no me perdones por el resto de tu vida.

―Regina, recuerda tus palabras.

Ya que me llamó Regina, eso indicaba que tomaba mis palabras como una promesa. Santiago era alguien que las tomaba muy en serio.

―Por supuesto, las recordaré.

…

Esa noche, Santiago cocinó la cena. Fue una comida muy ligera. Después de comer, nos acostamos en la cama y leímos juntos. El libro que leyó fue Soledad. Había una frase en el prólogo: la soledad posee un gran poder espiritual, y tú sin duda alguna renacerás si puedes encontrar ese poder. El contenido escrito en ese libro era extremadamente devastador. Después de que le dio vuelta a la página, su teléfono sonó. Cuando le echó un vistazo, miré que era un número sin un alias. El contenido del mensaje decía:

«¿Dónde estás?».

Santiago respondió con indiferencia:

«No estoy en Eldamia».

Luego, Santiago dejo su teléfono. Sin embargo, después de un rato volvió a sonar. Era una llamada directa de la persona que estaba al otro lado de la línea. Al ver eso, Santiago frunció el ceño y presionó el botón de rechazar. Aun así, esa persona no se rindió y llamó de nuevo. Pregunté desconcertada ante su atrevimiento mientras descansaba mi cabeza en su hombro.

―¿Quién es?

¿Quién tiene las agallas para seguir llamando a Santiago? Sin embargo, no me contestó. El lugar de eso presionó directamente el botón de contestar. Después, sostuvo en teléfono cerca de su oído y habló de manera inexpresiva.

―¿Qué sucede, madre?

Era la mamá de Santiago, Alison. No obstante, se dirigió a ella de manera poco familiar y formal.

―Tu padre está gravemente enfermo. ¡Regresa a casa pronto!

A pesar de eso, Santiago no dijo ni una sola palabra. Sin embargo, ella no se desalentó por su silencio mientras preguntaba tranquilamente y con gentileza.

―Santi, ¿escuchaste lo que dije?

En cambio, Santiago respondió fríamente:

―Hablaremos sobre ello mañana.

Alison se quedó callada por un momento antes de cambiar de tema. Tal vez no esperaba que estuviera a lado de Santiago, le recordó con calma:

―Santi, aunque eres la cabeza de la familia Genova ahora, tu padre aún mantiene la riqueza acumulada por años de la familia. ¡No puedes tratar con esto como si fuera un juego!

Cuando observé de cerca su rostro, miré que su expresión facial era tranquila ante sus regaños. No parecía importarle la riqueza acumulada por años de la que hablaba Alison.

―¿Aún tienes otros asuntos que tratar conmigo?

―Como te atre…

Alison estaba ligeramente exasperada, cambio de tema y preguntó:

―¿Estás con ella?

Si ninguna duda, con decir «ella» se estaba refiriendo a mí. Aun así, Santiago no le contestó. Después, Alison dijo de manera rotunda:

―No me importa con quien te acuestes, ella nunca puede formar parte de la familia Genova.

En ese momento, me sentí muy incómoda. Nunca me paso por la mente que Alison se oponía a nuestra relación. De hecho, también era razonable. Soy una mujer divorciada, y los rumores sobre mí se estaban difundiendo rápidamente. Así que, es normal que ella, una dama de familia decente, me desprecie. Al instante, Santiago le dijo con un tono frío:

―Madre.

Ella le respondió con gentileza.

―Santi.

―No agotes la poca amabilidad que te tengo.

¡Esto definitivamente es una clara amenaza de Santiago!

―Santi, no tienes idea de quien es en realidad…

Santiago la interrumpió de manera despiadada al escuchar sus palabras y le dio vuelta a la situación.

―¿Quién es ella entonces?