Te regalo toda una vida de amor Capítulo 133

Te regalo toda una vida de amor Capítulo 133

Mi papá se veía aterrorizado como si mi llegada estuviera interrumpiendo su pacífica vida. Antes de que pudiera procesar lo que había dicho, él ya me había apartado de mamá. Me empujó hacia la puerta, pero lo sujeté del brazo, rehusándome a marcharme. Negué con la cabeza suplicando.

―¡No me eches, papá!

Sin embargo, ignoró mis súplicas, ya que estaba decidido a correrme. En ese momento, estaba llorando como una niña pequeña.

―Papá, te extraño. Los extraño a ambos. Por favor, no me eches. Solo me quedaré por una noche.

Mi papá dejó de empujarme, pareció haber envejecido diez años en ese instante. Me quedé de pie afuera de la puerta, mientras que él se encontraba adentro.

―Te extraño hija. Te extraño demasiado. Nueve años y no ha pasado un solo día en el que no quiera regresar y verte. Me sigo preguntando si ella está bien. Si alguien la ha tratado mal. Me pregunto si se ha casado y tiene a su propio hijo. Tu madre y yo te hemos extraño, pero nunca recibimos nada de información sobre ti. No fue hasta que tus noticias llegaron a Twitter que te vimos de nuevo. Te convertiste en una hermosa señorita. Le dije a tu madre, Esa es nuestra hija. Ya es mayor y se casó con un patán. Pero el tipo con el que se casó es un pedazo de mierda. No es feliz y ahora está divorciada. Seguí diciéndole que todo estaría bien. Al menos alguien mejor llegará y le brindará el amor que se merece.

Sentí que se encendía la fuente de lágrimas, y cada palabra que mi padre decía arrancaba un pedazo de mi corazón. Era como si mi corazón estuviera desangrándose y en agonía, pero milagrosamente, lo que estaba diciendo también me estaba sanando. Mi papá suspiró. Estaba llorando y dijo:

―Eres la persona más importante en nuestras vidas. Nos encantaría que te quedaras, sin embargo, esa no es nuestra decisión. Regina, tu madre nos está vigilando, y tu padre sospecha de tu existencia. Te está buscando. Tu madre y yo estaríamos en peligro si se enteran de que viniste a vernos. Lo siento, pero tienes que irte.

Estaríamos en problemas si te quedas aquí. Eso era lo que mi papá trataba de decirme. Miré a mi mamá, quien estaba justo detrás de él. Me estaba viendo, con lágrimas brotando de sus ojos. Ella quería que me quedara, pero no tenía otra opción. Baje la cabeza por su rechazo mientras daba un paso atrás afuera de la puerta.

―Me iré ahora mismo.

Abracé a mi papá una última vez, antes de irme, volví a ver a mi mamá y pregunté entre lágrimas.

―Entonces, ¿Quién me dio el riñón?

―Tu madre. Tu verdadera madre.

¿Mi madre biológica? ¿Quién demonios es? ¿Ella me envió con los Esquivel? ¿Y por qué me salvó si estaba lista para abandonarme? En el camino de regreso no me encontraba de buen humor. Me incliné en el asiento, reflexionando sobre todo este asunto. Todo era demasiado confuso, y me constaba encontrarle sentido. Eventualmente, me quedé dormida con todos esos pensamientos dando vueltas en mi cabeza. Cuando de pronto, el auto patinó hasta detenerse y se volcó. Estaba atrapada en el asiento trasero, así que rápidamente le pregunté a Gabriel:

―¿Te encuentras bien? ¿Estás herido?

―Estoy bien, señorita Esquivel ―contestó.

Fue casi un susurro, pero al menos estaba vivo. Solté un suspiro de alivio cuando escuché su voz. Gabriel explicó tranquilamente:

―Está lloviendo de nuevo, señorita Esquivel. El auto patinó. Llamé a la policía. Deles un minuto. Estarán aquí pronto.

Sentí que mis muslos me ardían.

―Sí, estoy bien.

Los muslos no eran la única parte que me dolía. Mi espalda también me estaba matando. No, más bien me dolía todo mi cuerpo. Después de un momento, sonó mi teléfono, pero no podía encontrarlo. Sonaba como si estuviera detrás de mí. Tan cerca y a la vez tan lejos.

―Es el señor Genova, señorita.

Santiago no me llamó por días, pero lo hace cuando estoy en problemas. Es como si supiera todos mis movimientos. Y pregunté:

―¿Dónde está mi teléfono?

―Está a unos cuantos centímetros detrás de usted, señorita.

Gabriel me miró antes de desviar sus ojos hacia donde se encontraba mi teléfono. Así que, estiré mi mano hacia atrás, y rebusqué en el asiento antes de encontrarlo. Afortunadamente, Santiago no colgó. Quería contestar, pero también me sentí molesta que ni siquiera me haya llamado una sola vez. Espera, ahora no es el momento de hacer un berrinche. Estaba a punto de desmayarme, pero me las arreglé para contestar. La voz reconfortante de Santiago dijo:

―Espérame, Mayra.

Guau. ¿Ni siquiera me pregunto que había sucedido? ¿Fue directo al punto? Forcé una sonrisa.

―¿Por qué?

―Hay una aplicación instalada en tu teléfono que puede leer tus signos vitales. No lucen bien. ¿Cómo te sientes?

Guau. Realmente me conoce muy bien. Mentí.

―Estoy bien.

Ya no podía sentir el dolor, y la lluvia se estaba metiendo al auto. La luz era tenue, pero podía ver el rostro de Gabriel cubierto de sangre. Le pregunté preocupada:

―¿Cómo te sientes?

―Estoy bien, señorita ―insistió. ―Lo siento. Debí haber sido un mejor conductor…―Se disculpó.

―Gabriel, fue un accidente. Nadie quería que pasara esto. Nadie lo vio venir. No te culpes por lo sucedido.―Lo interrumpí.

Gabriel me lanzó una mirada de agradecimiento.

―Todo estará bien, señorita Esquivel.

Sí, estaremos bien, pero mis párpados me estaban comenzado a pesar. Santiago no colgó, ni tampoco yo. No obstante, no quería hablar con él. No tenía idea de que decir. Éramos una pareja, pero nunca actuamos como una. Sentía como la lluvia me golpeaba. De pronto, Gabriel me reconforto.

―Señorita Esquivel, todos en Twitter dicen que es una zorra, pero no tienen idea de todo lo que ha pasado. No conocen su sufrimiento, tampoco saben lo que realmente quiere. Ni tampoco quien es usted en realidad.

―Solo ignóralos, Gabriel. Nunca le dije esto a nadie, pero estaba aterrorizada cuando me diagnosticaron con cáncer. Caí en un pozo de la desesperación. Necesitaba a alguien que me consolara y me dijera que todo estaría bien. La única persona en la que podía confiar en ese tiempo era mi esposo. Quería que me mostrara un poco de amor, solo un poco. Pero no. Ni siquiera cuando estaba muriendo me dijo que todo estaría bien. Estaba acostada en la cama del chalé esa noche, completamente sola, sin nadie a mi lado. Estaba nevando afuera, y pensé que moriría. Pensé que todo el amor se iría con el viento cuando muriera.

―¿Qué sucedió después, señorita?

―Luego descubrí que estaba viva. Al menos, podría volver a amar, pero nunca me sentí feliz. Era como un círculo vicioso.

―¿Aún se siente triste incluso ahora?

―No. Solo frío.

Podía sentir como mi alma se congelaba. Parte de ello era por la indiferencia de Santiago, y la otra parte era por no ser capaz de reunirme con mis padres. El frío estaba haciendo que me quedara dormida. Gabriel me llamó, pero no tenía fuerzas para contestarle. Podía escuchar a Santiago sonando aterrorizado por el teléfono.

―¡No dejes que se duerma, Gabriel!

―Sus ojos están cerrados, señor.

―¡Entonces, despiértala!

Gabriel seguía diciendo mi nombre. Podía escucharlo, y quería darle una respuesta, pero no lograba abrir los ojos. De pronto, alguien me abofeteó. ¡Auch! Abrí los ojos por el repentino dolor y miré a Gabriel, quien me veía de manera inocente. Lo miré sorprendida.

―¿Me acabas de abofetear?

Gabriel me miró fijamente en silencio apenado, y luego Santiago preguntó con gentileza:

―¿Estás ahí Mayra?

No tenía nada que decirle, así que me quedé callada. Él continuó:

―Háblame.

Podía percibir el miedo en su voz. Aun así, no quería hablar con él. Mis pensamientos estaban viajando en doce direcciones diferentes.

―Di mi nombre, cariño.

―Santiago…―Murmuré.

―Estoy aquí.

 

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Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Score 9.2
Status: Ongoing Type: Author: Artist: Released: June, 6, 2023 Native Language: Spanish
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  • Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)
En secreto, estuve enamorada de Nicolás Ferreiro durante nueve años e incluso cuando era adolescente, solía seguirlo a todos los lados. Cuando crecí, acepté convertirme en su esposa, sin embargo, en nuestra relación nunca hubo amor o piedad, ni siquiera cuando le pedí el divorcio y puse la influencia de mi familia en juego, cambió su trato hacia mí. Para mi mala suerte, él tampoco recordaba a aquella niña temerosa y precavida que lo seguía. Así que, tuve que divorciarme para comprender que durante todo ese tiempo, mi amor por él no era correspondido, porque la persona a la que en realidad había amado de aquí a la luna, jamás fue él; al parecer, estuve equivocada desde un principio.

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