Te regalo toda una vida de amor Capítulo 125

—Instalé un rastreador de GPS en tu celular para mantenerte segura, pero si eso te molesta, te puedes conseguir un celular nuevo. —No era un juego que alguien me mantuviera vigilada, pero para él era un tema muy simple, aunque ya que pensé bien las cosas y medí las ventajas y desventajas de eso, consideré que no era una idea tan terrible que él supiera en dónde estaba en todo momento; de esa manera, él siempre podía encontrarme a tiempo sin importar en dónde me encontrara, como ocurrió esa última vez en la playa. No me quería ni imaginar cómo hubiera resultado todo si él no hubiera llegado.

Santiago colocó la comida en la mesa para luego retirarse a arriba sin haberme dicho algo más, mientras que yo me tomaba mi tiempo para acabarme la comida para luego ir al dormitorio, pero, para mi mala suerte, no lo vi por ningún lado cuando abrí la puerta y no había ni un alma en esa habitación tan grande; aun así, fui a tomar unas pijamas del armario para luego irme a la ducha. Una vez que concluí con mi rutina nocturna, vi que Santiago estaba sentado en la cama y leyendo, mientras que las luces cálidas iluminaban gentilmente su rostro. Me subí a la cama y lo abracé del brazo para enterrar mi cabeza entre su hombro ancho y fuerte, el cual me proporcionaba un sentido de seguridad y me embriagaba con su aroma agradable que viajaba a través de mi nariz. Con movimientos gentiles, pasé las puntas de mis dedos a través de su pecho firme y él me miró de reojo; tomé ese momento para susurrar su nombre suavemente, pero él utilizó el libro que tenía en su mano para tocar sobre mi cabeza de un modo cariñoso, aunque mis reflejos fueron tan rápidos que logré esquivar su ataque, pero solo para escucharlo decir:

—Vete a dormir temprano.

—Pero todavía no es tan tarde —señalé.

—Mañana iré a El Solar en la mañana. —Lo que él me quería decir era que estaba ocupado y que no debía atrasar su descanso, aunque quedé decepcionada mientras que yo yacía a un lado suyo y él apagó las luces antes de acostarse junto conmigo. Su manera de dormir era muy formal y ni siquiera me abrazó, igual de distante como lo era antes. Debido a eso, al final acomodé mis manos debajo de mi cabeza para acolchonarla y observé la luna que se veía afuera desde la ventana con una sensación melancólica en el corazón derivada de mi anhelo por ser íntima con él. Tampoco era que quería hacer algo con él, pero me hubiera gustado que me abrazara para dormir y que yo pudiera bañarme en el calor de su abrazo; agregado a eso, deseaba que él fuera un poco más dispuesto a tomar la iniciativa conmigo, pero reconocí que eso debía de ser algo complicado para un hombre como él. Yo estaba perdida entre todas las ideas que me brotaban en la cabeza cuando, de un modo inesperado, Santiago se acercó y me sostuvo de la cintura para colocarme pegada contra su pecho; su respiración me hacía cosquillas en el cuello y no me atrevía a mover tan siquiera un músculo, por lo que puse rígido mi cuerpo cuando me preguntó—: ¿No te vas a dormir?

Su voz era magnética, profunda y grave, sonaba tan atractiva que me prendía, así que sostuve su mano sobre mi abdomen mientras que le respondía:

—Todavía no tengo sueño porque me desperté tarde hoy. ¿Tú no te dormirás?

—No has parado de girar y de moverte, ¿estás de mal humor? —Era muy raro que a él le importaran mis sentimientos, pero tampoco le podía decir que estaba molesta porque no me estaba abrazando, ¿o sí?

—No —le mentí, pero, de repente, colocó sus labios delgados y gélidos en mi nuca y me susurró:

—Duérmete ya, estaré aquí junto a ti. —Cerré mis ojos obedientemente cuando lo escuché y me quedé dormida dentro de poco entre sus brazos. Cuando desperté a la mañana siguiente, él ya no se encontraba en la habitación y yo estaba sola, así que bajé por las escaleras todavía en pijamas, aunque no me esperaba ver a Lucas sentado en el sofá.

—¿Qué te trae por aquí? —De sus ojos salía un brillo insinuante y burlesco mientras que me preguntaba:

—¿Dormiste con Santi? —Mis reflejos se activaron y lo negué con firmeza:

—No.

—Entonces, ¿por qué pasaste la noche en su casa?

—Anoche hubo algo… —Empecé a contar una historia inventada.

—Ajá, sí, no me tomes el pelo, por favor. ¿En verdad crees que soy tan idiota? —Pero, de todos modos, él no iba a creer lo que le contara y me dijo con certeza—: Debiste haber dormido con Santi.

No tenía palabras para poder contradecir su argumento, así que lo ignoré y le pregunté para cambiar de tema:

—¿Por qué Santi fue a El Solar?

—¿Cómo se supone que deba de saber cuáles son sus planes? —me contestó con otra pregunta, luego se puso de pie para servirse un vaso con agua—. Él jamás me platica nada de lo que hace, es como un lobo solitario. —Balbuceé como respuesta, pero luego él me preguntó con un tono inquisitivo de la nada—: Mayra, ¿de casualidad Santi ha durado mucho tiempo en ese aspecto?

Ni siquiera lo pensé cuando expresé:

—¿De qué aspecto hablas? —Pero me terminé arrepintiendo justo después y lo miré de un modo amenazante—. Le diré a Santiago si me sigues preguntando estas cosas.

—Tch, tch. Tan solo tenía curiosidad, ¿está bien? —Él se acabó la mitad de su vaso de agua fría y luego me dijo con una sonrisa—: Hay que irnos, él me indicó esta mañana que te dejara en tu departamento sana y salva cuando despertaras.

—Aguarda un momento, me tengo que ir a cambiar —le dije para luego darme la vuelta y subir las escaleras; tiempo después, bajé una vez más, pero ahora con un vestido azul. Ya estaba de regreso cuando Fernanda me habló por teléfono de repente y supuse que algo debió haber ocurrido, ya que no era común que me llamara y cuando contesté la llamada, la escuché hablando consumida por el terror.

—Señora Esquivel, tengo mucho miedo… Por favor, venga conmigo al hospital. Ya no resisto más. —Sin pensarlo dos veces, le pedí a Lucas que cambiara de ruta y que me llevara al hospital. Fernanda seguía en la sala de urgencias para cuando llegué al hospital y le seguían dando tratamiento; de hecho, llegué a ver a Camila en la entrada con el rostro pálido.

—¿Qué estás haciendo aquí? —jadeé sumamente sorprendida, pero ella mantuvo su mirada fija hacia el piso para luego murmurar como si estuviera perdida:

—Quería venir a visitarla antes de que me fuera. —La rodeé y le fui a preguntar preocupada a la enfermera sobre qué estaba pasando dentro de la sala de urgencias, así que me explicó a detalle la situación ante mi duda entre mis nervios:

—La paciente está sufriendo de una hemorragia severa después de que cayó por las escaleras y tanto la madre como el bebé se encuentra en estado crítico.

¡¿Cómo debió haberse caído por las escaleras?! Mis ojos giraron de inmediato hacia Camila, quien no debió haber aparecido en ese lugar y ella sacudió rápidamente sus palmas para negarlo.

—Yo no lo hice, fue accidental… —No tenía tiempo en mis manos para desperdiciar con ella, así que le pregunté desconcertada a la enfermera si tenía la opción de entrar a la sala de emergencia, pero ella preguntó:

—¿Cuál es su relación con la paciente?

—Soy su mejor amiga —respondí automáticamente porque estaba segura de que no me iba a permitir entrar si no lo hacía sonar como si fuéramos cercanas, aunque en realidad no lo éramos y fue muy exagerado de mi parte llamarme a mí misma como su mejor amiga. No obstante, no esperaba que ella me preguntara:

—¿Es usted Regina Esquivel? —Quedé atónita, pero asentí y me explicó con calma—: La he estado esperando todo este tiempo. La paciente no ha parado de decir que la quiere ver. —Después de eso, la seguí para que me desinfectaran y me dieran un cambio de atuendo; estaba a punto de entrar a la sala de urgencias cuando, de la nada, Lucas llamó:

—Sandra Molina. —Me tomó por sorpresa escuchar eso y volteé hacia él, quien llevaba una imagen de sorpresa en su rostro.

—Tú eres Sandra, ¿no es así? Te enviaron al orfanato cuando tenías nueve años, ¡pero una familia adinerada te adoptó poco tiempo después! ¿Todavía te acuerdas de mí? Soy Lucas Yanez, el hijo del director del orfanato. Ya me decía que te me hacías familiar y me tomó un rato recordar quién eras. Nunca me hubiera imaginado que me encontraría contigo aquí. —Todo lo que mencionó Lucas era cierto, pero jamás creí que Camila y Lucas se conocieran entre sí. Yo pensaba que Camila iba a reconocer lo que le decía, pero fue totalmente impactante que ella negara todo eso con una cara drenada de color.

—Lo siento, pero no te conozco. Creo que tienes a la persona incorrecta porque yo no soy Sandra Molina, yo soy de la familia Esqu… —Ella detuvo sus palabras y alzó su mirada hacia mí antes de terminar de hablar—: Soy Camila.

Pero Lucas mandó a volar sus excusas tan miserables y dijo:

—¡Eso es imposible! ¿Cómo no te iba a reconocer con ese lunar en el rincón de tu labio? Tal vez hayas crecido y que hayas cambiado un poco, pero tampoco hay mucha diferencia a cómo te veías cuando eras una niña.

—En verdad que no te conozco —aclaró fastidiada.

—Está bien, entonces déjame preguntarte esto; ¿te falta un riñón?