Te regalo toda una vida de amor Capítulo 123

—Pero él no me ama.

—¡Usted se equivoca por completo, señora Esquivel! —Ella estrujó mi mano mientras que sonreía con gentileza y decía—: No hay hombre en la faz de la Tierra que haría las cosas que él hizo por una mujer que a él no le importe; ¡usted está confundida porque está atorada en esta situación y eso hace que le sea difícil distinguir las cosas con claridad! Pero, desde la perspectiva de un tercero, puedo ver lo que usted no; en especial cuando se trata de un hombre que aparenta desinterés, pero que insiste en mantenerla a salvo, por lo que es probable que el amor que él siente por usted sea mucho más profundo de lo que se imagina.

Sus palabras motivacionales me hicieron sentir que todavía podía sujetarme a un poco de esperanza dentro de mi corazón, luego le pregunté:

—Entonces, ¿por qué me rechazó? Incluso quería que me olvidara de lo que había ocurrido entre nosotros anoche. —Ella me miró con un destello en sus ojos que reflejaban inteligencia.

—¿Ha considerado que tal vez el problema se encuentre en usted?

—¿En mí? —pregunté cuando me tomó por sorpresa.

—Santiago es el típico hombre machote que se aferra a su orgullo, mientras que usted… Usted ha tenido un escándalo con Manolo, tiene una historia con Cristóbal y es la exesposa de Nicolás. Además de eso, también me mencionó que él oyó la conversación que tuvo anoche con Nicolás…

—¿Está celoso? —le pregunté con las esperanzas altas y una leve sonrisa se dibujó en su rostro mientras que presentaba su suposición.

—Me mencionó que usted había cedido ante el cariño de su sueño y ama a Santiago porque él le proporcionó ese cariño; no obstante, ¿no le ha cruzado a la mente que él quiera a una persona fiel y que solo haya una mujer para él? ¿En algún momento consideró que tal vez él hacía todo esto porque está enojado, desamparado y decepcionado? —Entonces, después de un breve momento de consideración, ella añadió—: Tal vez usted lo haya lastimado sin haberlo intencionado, pero aún espera que él sea recíproco con sus sentimientos… También está la posibilidad de que él no haya aceptado salir con usted porque sabía de su titubeo.

Ese análisis claro y lógico me hizo considerar que a lo mejor era cierto lo que decía, pero, a fin de cuentas, eso no era más que su suposición de las cosas, aunque eso no descartaba que ella tuviera razón, pues Santiago quería a una persona fiel, a su mujer única y especial; recordé que Lucas me había dicho antes que el amor que Santiago quería era uno que durara para siempre y fue entonces que todo conectó para mí respecto a por qué quería mantenerse alejado de mí. Él estaba molesto conmigo por lo indecisa que me comportaba y yo también estaba enojada conmigo misma. En ese preciso instante, Nicolás me mandó un mensaje de texto.

«Perdón por haberte lastimado anoche». Me escribió.

Yo ya no era capaz de culparlo por lo que sucedió porque él fue la misma persona que me salvó la vida, pero Santiago también me había rescatado cuando estaba atrapada en tanta nieve. Se suponía que mi vida era pacífica, pero había sido todo un caos recientemente debido a que me la pasaba tambaleando entre la vida y la muerte, aunque, para mi suerte, era rescatada en cada ocasión.

«Te extraño, Gina».

Me dijo que me extrañaba, pero sus palabras parecían contener una culpa enorme, aunque no le contesté al instante; primero le agradecí a Fernanda con todo el corazón y me fui en mi auto para regresar a mi departamento, en donde reconsideré mucho si debía mandarle un mensaje a Nicolás cuando aún sostenía el celular hasta que lo hice:

«Lo siento, pero ya hay alguien más que ocupa mi corazón».

Él era un hombre demasiado inteligente como para no haber captado lo que le quise decir y él no volvió a responder mis mensajes.

Los siguientes tres días me los pasé en casa, tomando mis suplementos apropiadamente y sintiéndome descontenta por lo que había ocurrido entre Santiago y yo; a decir verdad, compartíamos muy pocos recuerdos juntos y no había pasado muchos días desde que me di cuenta de los sentimientos que tenía por él. En esos días, yo era muy proactiva y clara en lo que quería, pues ya no podía amar a una persona de la misma manera que lo hacía cuando era una adolescente, que era seguirlo por nueve años; lo que buscaba era cariño de verdad, pero Santiago me había rechazado sin siquiera haberme dado una razón.

Mi ansiedad cada vez crecía más y más mientras que estaba en casa, pero algo le había ocurrido a Fernanda y su asistente me llamó para pedirme que fuera al hospital tan pronto como me fuera posible; el clima a finales de septiembre se ponía un poco fresco, pero yo me apresuré a llegar aun cuando solo vestía unas prendas delgadas y me percaté que Leonardo también estaba ahí cuando llegué, por lo que le pregunté por mi sorpresa:

—¿Qué haces aquí?

—Vine a pedir perdón —me respondió en un estado de confusión.

—¿Y ella te perdonó? —le pregunté por curiosidad, pero él sacudió su cabeza.

—Ella se mantiene firme a no querer hacerlo.

Fue un enorme alivio saber que Fernanda solo sentía incomodidad física causada por el enojo y eso no era gran cosa, pero el médico dijo que sí se podía volver una amenaza genuina para su vida si continuaba en ese estado durante el embarazo, por lo que le pregunté preocupada:

—¿Cuánto falta, más o menos?

—A lo mucho, dos semanas. —Leonardo quedó impactado cuando escuchó las palabras del médico y no se atrevió para nada a poner un pie dentro de la sala; cuando entré, vi que Fernanda estaba mirando por la ventana sin poner atención.

—Leonardo está del otro lado de la puerta —le informé de un modo gentil.

—Lo sé, dígale que se vaya. —Me senté a un lado de ella y le dije:

—Él quiere conseguir su perdón.

—Eso será imposible —contestó con firmeza y a través de ese aspecto determinado en su rostro podía deducir que no iba a haber espacio para negociación, aunque solo había pasado unos días desde que ella me admitió que amaba a Leonardo.

—¿Me dirá la razón detrás?

—Señora Esquivel, puede que sea cierto que lo ame, pero el amor no lo es todo en la vida; también está la autoestima, los principios, lo que es importante para uno y el amor propio y mi autoestima y mis principios me dicen que no lo puedo perdonar. —Luego se inclinó para voltearme a ver y dijo—: A diferencia de usted, yo no puedo ceder ante el cambio repentino en la actitud de Leonardo y olvidar las heridas del pasado. Señora Esquivel, si pudiera perdonar todo lo que estas marcas significan, ¿no creería que todo ese sufrimiento y dolor que tuve que soportar fue en vano?

Estaba atónita y respondí con rapidez:

—Tiene razón. —No estaba equivocada en nada de lo que dijo, pues el amor no era lo único en la vida, también estaba nuestra autoestima y las cosas que más nos importaban, las cosas que no podíamos ni debíamos ceder. Ella no podía volver a perdonar a Leonardo en su vida porque él había aplastado su autoestima, pero mi corazón se había ablandado por Nicolás; fue entonces que, de la nada, me percaté que Fernanda era esa persona que amaba con todo su corazón y también era quien veía las cosas por cómo eran.

Me fui del hospital con mayor alivio y con la certeza en mi interior que mi pasado se había quedado atrás de manera definitiva y que no había nada que pudiera hacer con respecto a Santiago; no lo podía conmover, ni podía seguir expresando todo mi amor por él. De repente, recordé las cosas que él me había dicho en el chalé hace un tiempo sobre ser más responsable de mis sentimientos y supe que, desde siempre, él me estuvo enseñando a cómo ser fiel. Respiré hondo y estaba a punto de retirarme cuando vi a un hombre con la cabeza agachada que fumaba en el estacionamiento y me detuve en mi camino; me preguntaba qué hacía allí cuando escuché la voz de Lucas que provenía detrás de mí.

—Mayra, ¿qué haces aquí también en el hospital? —Suspiré de la sorpresa en ese instante.

—¡Luc! —Pero fue entonces que me percaté de todas las heridas que tenía en su rostro y le pregunté desconcertada—: ¿Por qué estás lastimado?

Por lo que mostró una sonrisa ladina mientras que respondía:

—No fue gran cosa, tuve una pelea con alguien en el bar y terminé topándome con Santi mientras que él tenía una plática de negocios en el mismo lugar, por lo que hice que me llevara hasta aquí para que atendieran mis heridas. —Luego me sostuvo del hombro para guiarme hacia Santiago y dijo con curiosidad—: Santi ha sido muy amable en estos días, hasta aceptó llevarme hasta aquí en persona y yo que pensaba que solo tú recibías ese tipo de trato especial.

«Aunque de todos modos yo no era alguien especial para él». Pensé y luego saludé a Santiago con respeto mientras que mantenía mi mirada pegada al piso cuando Lucas lo llamó, lo cual dejó sorprendido a Lucas cuando me daba palmadas en el hombro y preguntó:

—Somos familia, ¿por qué actúas con tanta rectitud? —Pero yo no le respondí y Santiago asintió como respuesta. Después de eso, apunté hacia el auto que estaba a un lado de su auto deportivo y dije ansiosa:

—Ese es mi auto. Todavía tengo algo que hacer, así que los veré para la próxima. —No obstante, Lucas empezó a hablar y a hacer planes para nosotros:

—Ya casi es mediodía, ¿qué les parece si vamos a almorzar juntos? Todavía no hemos ido a comer los tres juntos. —Pero yo no demoré un segundo para rechazar su invitación.

—Tengo algo que hacer en la empresa. —Así que abrí la puerta de mi auto con calma y me subí, pero entonces oí a Lucas decir confundido:

—Mayra te está evitando, Santi. —No podía creer lo que había escuchado y quería decir algo de un modo indiferente, pero, de repente, Santiago abrió su boca y preguntó con una postura despreocupada:

—¿Me estás evitando, Mayra? —Lo volteé a ver atónita mientas que me preguntaba:

«¡¿Qué quiso decir con eso?!». Pues él había sido quien me había rechazado, pero ahora estaba diciendo tales ambigüedades; fue por eso mismo que yo aparté la mirada y apreté los labios para responderle:

—No, no lo estoy. —Yo lo extrañaba por no haberlo visto por unos cuantos días, pero era muy difícil para nosotros acercarnos más después de lo que ocurrió, pues él me había excluido de su mundo y yo misma le prometí ese día que no lo volvería a fastidiar; dicho eso, yo no me atrevía a volver a tomar la iniciativa sin sentir vergüenza.

—No hay necesidad de comportarse tan distante entre nosotros, Mayra.